Así es tener sexo en una cama con movimiento pélvico

Siempre que cuento que trabajo en SoHo la gente se imagina una oficina llena de mujeres desnudas caminando por todas partes. La verdad es todo lo contrario. Es una oficina como cualquier otra, donde paso la mayor parte del tiempo escribiendo frente al computador.

Cuando me dijeron que debía hacer reportería pasó todo por mi cabeza. Todo. Menos la idea de tener que ir a un motel llamado Elysium Inn a probar una cama con movimiento pélvico. Por el nombre del lugar, pensé en la película en la que una gente se va a vivir fuera del planeta.

De inmediato acepté y llamé a mi novia para contarle la tarea que se nos había encomendado. Sabía que se lo iba a tomar como una de mis excusas para que fuéramos a un motel. Y debo aceptarlo, en parte lo era.

Cuando le dije, pensó que era una broma. Luego cuando vio que era en serio aceptó confundida. Miramos la famosa “cama con movimiento pélvico” en Internet y, la verdad, yo veía un colchón cualquiera que se movía de un lado al otro. Nada nuevo, pensé.

Llegamos al lugar a tener el polvo más programado de nuestra vida. Incluso, me atrevería a decir que ni siquiera la primera vez la había pensado con tanta anticipación como esta. Yo estaba listo para ver una habitación típica de motel: una cama, un televisor con algunos canales de pornografía, un jacuzzi y una barra de pole dance. Ni más, ni menos.

La recepcionista, con la típica sonrisa de quien sabe lo que uno va a hacer pero pretende disimular que no pasa nada, nos acompañó a la habitación. Cuando abrió me encontré con un lugar increíble, olía a flores (pero no ese ambientador que lo deja a uno mareado) la cama era mucho más grande de lo que había imaginado, tenía un televisor inmenso con un sistema de sonido distribuido por todos lados, un jacuzzi gigante, sauna, turco y, por supuesto, una barra de pole dance.

Como si fuera poco, la señora del motel nos enseñó a manejar los cuatro controles remotos que había en el lugar: uno para el televisor, otro para el sonido, otro para las persianas y otro -el que realmente nos interesaba- para la cama con movimiento pélvico.

Quedamos solos y la curiosidad por la cama no nos dejaba concentrar en lo realmente importante: probarla. Lo primero que hicimos fue oprimir todos los botones. Unos en sentido vertical, otros en sentido horizontal, el botón de encendido y, el que más me llamó la atención, el que decía “wild” (que traduce salvaje). Cuando oprimí este último, la cama empezó a sacudirse exageradamente y decidí apagarla. No quería dañar la cama sin ni siquiera haberme subido en ella.

Después de matar la curiosidad, comenzamos con la tarea. Cuando ya habíamos hecho nuestra parte, agarramos el control y pasó lo que siempre pasa cuando uno tiene altas expectativas: la cama no se movió. Oprimí cada uno de los botones con la mayor paciencia que me permitia haber frenado el polvo por una máquina que me había prometido maravillas y lo estaba arruinando todo.

Cuando, por fin, la máquina respondió empezó a moverse lentamente hacia arriba y hacia abajo. Empecé a sentir un gran impulso en la cadera. Mi novia, que me miraba desde abajo, disfrutaba.

La cama comenzó a moverse cada vez más fuerte y los ánimos se aceleraban. Quisimos probar otra posición, yo me hice abajo pero con el movimiento de la cama era casi imposible penetrar. Después de mucho intentarlo, nos dio risa y preferimos intentar otra función de la cama.

Debo decirle, estimado lector, que oprimir “wild” fue la mejor idea que se nos pudo ocurrir. Ninguna persona promedio, por muy buen polvo que sea, y menos un “fofisano” como yo, habrá tirado tan fuerte en su vida. Con tanta fuerza. Y aunque usted se sienta tremendamente sacudido, no podrá pensar en otra cosa sino en lo increíble que la está pasando gracias a ese bendito control.

La pose del perrito es aún mejor con cualquiera de los movimientos de esa máquina del sexo. Y hacerlo en el borde de la cama es 10 veces mejor (quizás más). Después de manejar la cama como unos expertos y aprovechar completamente el rato que disponíamos para hacer el trabajo, debo decir con orgullo que nos fuimos satisfechos. Con una sola pregunta ¿dónde conseguiré un motor para mi colchón?

Janira:

Tengo una relación normal, algunos incluso podrían llamarla aburrida. Disfrutamos de cosas sencillas: arruncharnos, estar con amigos o ir a cine. Yo soy estudiante de universidad y él trabaja como periodista de SoHo. Él se lleva el protagonismo porque muchos me preguntan: ¿Conoce a las modelos?¿No te molesta se la pase viendo tetas y culos todo el día? A lo que respondo que es un trabajo normal y no me molesta en lo absoluto e incluso hablamos de cuál de las fotos nos parece mejor.

La cosa es que un día mi novio me llamó y me dijo que tenía que hacer una “salida de campo” y que necesitaba que lo acompañara. Pensé que era uno de esos eventos de la vida farandulera que tienen los periodistas, algo como una premier o ir a entrevistar a alguien famoso.

Pero no era nada parecido, me dijo que le pidieron ir a un motel a probar una cama con movimiento. Solo pude reírme pensando que era un chiste, siguió contándome los detalles. Así me dí cuenta que era en serio. Entendí que en su trabajo una “salida de campo” a un motel tenía mucho sentido.

La parte de ir a un motel gratis me encantaba. Es decir, qué plan tan delicioso, qué mejor que ir a un lugar pensado exclusivamente para tener sexo. Pero lo de la cama con movimiento no me parecía la gran cosa.Lo primero que pensé es que sería como una de esas camas de las películas en donde uno pone una moneda y empieza a vibrar -o algo así-.

Muy juiciosamente empezamos a planear cómo sería la visita, me envió un video de la cama con movimiento pélvico en donde dos jóvenes (con ropa) contaban los diferentes movimientos que tenía e incluso cómo podría usarse.

La verdad, se veía un poco gracioso y no se me ocurría cómo podría mejorar en algo el sexo. Solo podía recordar esas sillas que hacen masajes en las que la gente no sabe si le duele o lo disfruta, pero me generaba curiosidad.

Al llegar el lugar, la recepcionista nos llevó a la habitación que era gigante. Ahora sí a lo que vinimos. Comenzamos a calentar las cosas con la cama apagada. Con todo en posición, él oprimía los botones y nada, algo muy decepcionante,  hasta que por fin empezó a moverse. Un impulso lento y fuerte lo traía cada vez más hacia mi. Al principio fue como “si..¡rico!”, al aumentar la velocidad fue como un ¡boom! Lo sentía entrar con ritmo y firmeza, eso me enloqueció.

Quisimos  cambiar de posición, era mi turno de estar arriba, pero la verdad es que no cuadraba muy bien. El movimiento hacía que la penetración fuera todo un reto, lo que nos hizo reír y volver a lo que nos estaba funcionando.

En ese momento ese pequeño botón nos hacía ojitos, cuando él oprimido “wild” todo cambio de nivel. Esa cama nos sacudía como un toro mecánico, un movimiento exquisito, era como si potenciara cada sensación. Le daba una intensidad sublime, de esas que muchas solemos pedir. Ese fue el ápice del encuentro en el que el orgasmo no se hizo esperar.

Luego, ya más cómodos con la cama y teniendo claras las ventajas, intentamos la pose del perrito, una posición que ambos disfrutamos. Pensamos que quedaría bien a este nuevo aparatejo y la expresión “bien” se queda corta, con cualquiera de los movimientos se sentía espectacular.

Por último, quiero contarles que esta “salida de campo” inusual nos dejó encantados y satisfechos. Por mi parte lo disfruté mucho. Creanme chicas que esto les ayudará a ellos a hacerlas felices y en definitiva esta cama es imperdible.

Fuente:  http://www.soho.co/sexo/articulo/moteles-en-bogota-cama-con-movimiento-pelvico-en-                               bogota/49204

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