Mujeres: ¡A empoderarnos de la sexualidad!

Hay que reconocer la sexualidad femenina desde el placer y la posibilidad de aprendizaje para el hombre.

Pocos saben por qué Tiresias, el invidente-clarividente de la leyenda de Edipo, era ciego. Dice la leyenda que Zeus y su esposa Hera hicieron una apuesta sobre quién gozaba más en el sexo, hombres o mujeres. Tiresias era el único ser en la Tierra que había sido hombre y mujer, porque había visto a unas serpientes copular y fue condenado a volverse mujer durante 7 años. Una vez al frente de los reyes del Olimpo, Zeus le preguntó: “¿Tiresias, quién goza más en el sexo, los hombres o las mujeres?” Tiresias no dudó en responder: “por cada parte que goza un hombre, una mujer goza 3”. Hera se enfureció porque este le dio la razón a Zeus y lo encegueció. Zeus en agradecimiento por haberle dado la razón, le dio la clarividencia.

Esta pequeña historia nos recuerda una verdad profunda: que la sexualidad es la arena de lo femenino. Para David Deida, “la sexualidad misma es una expresión quintaesencial de lo femenino, una danza relacional plenamente corporizada de amor, sensualidad, sentimiento y creación. (…) La manera que tengas de relacionarte con la sexualidad, la medida en que te sientas libre o constreñido, refleja tu actitud hacia la fuerza femenina en general”.

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Ilustración: Jorge Ávila.

Lo mismo dicen todas las culturas que han afirmado la vida y la sexualidad, poniendo a la mujer y lo femenino en el centro de los misterios. Por el contrario, las culturas que han negado sistemáticamente la vida, la sexualidad y el femenino, las ponen en el centro de lo proscrito. San Pablo y su machismo abominable son un buen ejemplo.

Pero nuestra cultura, heredera del patriarcalismo, no afirma la vida, ni el femenino. Las ha aplastado desde tiempos inmemoriales. Y si, continuando con la relación entre el femenino y el sexo, revisamos las consecuencias de esto, debemos recordar lo que psicólogos del siglo XX, como Wilhelm Reich, no se cansaron de decir: tenemos una herida sexual, una herida en el placer, una herida en el deseo, una herida en la vida. Nuestra sexualidad está enferma y de esta enfermedad se derivan terribles consecuencias como la violencia, la depresión y la falta de sentido.

Algunos de ustedes deben estar pensando que no podemos comparar la sexualidad del siglo XXI con la de los inicios del siglo XX y que la represión contra la que psicólogos y movimientos culturales de los 60 lucharon ya no está. Y sí, tienen razón, hay más libertades, más equidad, menos mojigatería, las mujeres han logrado separar el placer de la reproducción. ¿Pero significa esto que ya se sanó la herida?

Yo creo que no. La sexualidad profunda no es un performance y no obedece a cantidades sino a cualidades. Y la metáfora de la sexualidad contemporánea es la pornografía, la industrialización de la sexualidad masculina, desligada de la profundidad y la fuerza que otorga la sexualidad femenina. La pornografía es plana, esquemática, psicorrígida, forzada, estandarizada. Hay mucho performance y poco contacto, hay mucho grito histriónico y poca presencia. Y creemos que la sexualidad es hacer precarios remedos de lo que vemos en nuestros ordenadores: contorsionarnos, aguantar con cronómetro, utilizar toda la gama de artefactos, incluir el tercero en el acto.

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“Para hablar de sexo, hay que honrar el animal, el fuego, la pasión, la emoción y el instinto. Pero nosotros separamos a la puta y a la santa. Gozamos la puta, pero la castigamos con el desamor”.

Pero nuestro erotismo sigue vacío. Tenemos más actividad sexual, más parejas sexuales, más libertad que nunca. Pero no gozamos, no vibramos, las experiencias no nos dejan llenos de vida. Creo que el camino ahora es ir hacia adentro, re-imaginar la sexualidad,  y estoy convencido de que la sanación de la herida depende de que las mujeres busquen su centro y nosotros los hombres les ayudemos a encontrarlo. Sí, señores, sé que da un poco de miedo acompañarlas a recuperar su poder y dejarnos enseñar. Pero no veo otra alternativa.

¿Por qué no dejamos de creernos todos expertos sexuales y nos declaramos alegre y entusiastamente en un estado de ignorancia? ¿Por qué no hacemos un pacto silencioso para que las mujeres asuman la prioridad, por el bien de todos, de tomar su trono sexual buscándose sin condenas ni presiones? Porque las mujeres tienen que buscar un poco para encontrar el gozo del que hablaba Tiresias. Me parece una doble tragedia que una mujer ignore los mínimos detalles de su cuerpo, de su sexualidad, de sus necesidades y deseos femeninos profundos.

Tal vez si lo hacen puedan hablarnos de sexo. Tal vez puedan mostrarnos la fuerza de su irradiación, no la de los cosméticos y la tersura del bótox, sino la del amor salvaje. Tal vez puedan mostrarnos la fuerza de su encantamiento y magnetismo natural, no la de la seducción mendicante. Tal vez puedan volvernos a conectar con este cuerpo olvidado y el poder de las sensaciones escondidas que nos conectan con el éxtasis.

En el Tantra la mujer es la energía y el poder.  Pero no podremos abrir la puerta mientras sigamos castigando, hombres y mujeres, la parte salvaje e indómita del femenino. Para hablar de sexo, hay que honrar el animal, el fuego, la pasión, la emoción y el instinto. Pero nosotros separamos a la puta y a la santa. Gozamos la puta, pero la castigamos con el desamor. Amamos la santa pero la castigamos con el aburrimiento. Si no coronamos a la puta, seguiremos heridos.

De pronto así las mujeres nos enseñarán a amar el ahora, a soltar el futuro, a tocar despacio, a ligar el instante a la sensación y convertir el tiempo en latidos sin afán. Así, cuando hablen de sexo, lo primero que harán es liberarnos de la tiranía del orgasmo. Y esta enseñanza nos dará más placer que todos los juguetes sexuales juntos.

Porque ellas lo saben, cuando nos respiran, cuando nos piden que las miremos o cuando se congelan en el hábito de apagar la luz para entregarse a un sexo vergonzoso y triste. Ellas saben, sin saberlo, que hay llaves que abren las puertas de un placer más grande o las cierran. Dejemos que las abran.

Lo que propongo es que las mujeres busquen radicalmente la profundidad de su territorio sexual y que los hombres les ayudemos. Para que puedan hablar sin tabúes mientras nosotros escuchamos. Lo único que necesitamos es una buena dosis de honestidad y coraje.

Libros ecomendados:

– En íntima comunión: el despertar de tu esencia sexual, de David Deida.

Una lectura sobre hombres y mujeres y sus encuentros desde lo sexual. “Cuando un hombre y una mujer se abrazan apasionadamente, se transmiten el uno al otro la estática fuerza de la energía sexual, del amor y de la unidad”, se lee en su reseña. Disponible en Amazon.

– Urban Tantra, de Bárbara Carellas.

La educadora sexual propone la antigua práctica del Tantra para los exploradores sexuales modernos que desean ir más allá de su ventaja en busca del orgasmo. Narración de técnicas de estados orgásmicos ampliados, en solitario y en pareja. Se encuentran en su publicación y en su página web, que tiene como frase de bienvenida: el éxtasis es necesario.

– Tantra, amor y sexo: el corazón del sexo tántrico, de Diana Richardson.

“Un manual práctico que revolucionará su vida sexual y su concepto del amor. Siguiendo los sencillos pasos y ejercicios que propone la autora, aprenderá a relajar su vida sexual, incrementar su sensibilidad y a hacer que en su vida, el amor y la sexualidad sean una realidad duradera y no un sueño imposible”, se menciona en su página web.

fuente: http://cromos.elespectador.com/especial/en-cromos-las-mujeres-hablan-de-sexo/mujeresa-enpoderarnos-de-la-sexualidad

 

 

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