Orgasmo con sorpresa

“La ropa vuela, no hay ni tiempo para besar ni preguntar nada. Me abre de piernas y hace lo que me prometió al oído. Confiada en que la música me tape, me pongo a gemir, es lo que me dicta mi pérdida de sentido”.

Me cuenta quiénes son sus padres, y descubro que tiene material para un libro. Sabía yo que no me iba a salir un nómada regular. Me excita. Quisiera grabar sus historias, pero hoy no he traído mi grabadora, así que me concentro en escuchar, en seguir tapando mis piernas con el abrigo, mientras él, con todo el peso del alcohol en su cabeza, mete sus manos por mis piernas.

Se ríe diciendo que siempre toca a sus amigas, y en ese momento sé que me está mintiendo. Recuerdo que lo primero que me dijo cuando lo conocí fue que él era un manipulador; igual que yo, le contesté con una sonrisa de conquistadora de amantes ocasionales.

Entre manipuladores las escenas ocurren más deprisa.

Me muestra sus ansiolíticos y me doy cuenta que son los mismos míos.

Mete las manos de nuevo y me  acaricia, lo vuelven loco mis medias, yo le ruego que no lo haga. No me atrevo a tocarlo, pero mi mirada dice lo contrario. Mis ojos me delatan y yo no llevo gafas. Pide permiso para besarme y se lo doy. No sé cuántos besos me da, ya ni los recuerdo, pero me inclino a pensar que no besa mal, pues solo me marcan los malos besos, los besos fríos o los desacompasados. No soy muy besucona.

Atrapa mi mano y me la pone en un paquete duro como un ladrillo. No me da vergüenza que la mesera me vea hacerlo.

Casi borrachos salimos a caminar, intentamos buscar un hotel, un motel, un garaje, algún antro donde podamos empelotarnos el uno para el otro. No hay habitaciones así que terminamos revolcándonos en un taxi que nos lleva a su casa. Allí, en su cama azul, todo sucede más rápido aún.

La ropa vuela, no hay ni tiempo para besar ni preguntar nada. Me abre de piernas y hace lo que me prometió al oído. Confiada en que la música me tape, me pongo a gemir, es lo que me dicta mi pérdida de sentido. No le he contado que está a punto de abrir una caja de sorpresas. Concentrado en hacerlo bien, me chupa con dedicación, y le pido que introduzca sus dedos para que sea un servicio de estimulación perfecto.

Nada me da vergüenza. Puedo gemir más fuerte hasta estallar en un orgasmo que le baña la cara y se escurre hasta el piso. Conmovido, mientras ve el repentino charco, da las gracias por haber conocido a la primera squirter de su vida.

Fuente: http://www.soho.co/sexo/articulo/maria-paz-ruiz-historias-eroticas-escritas-por-mujeres/49171

Suscríbete al boletín de ofertas

Volver al inicio del blog