No es fácil conseguir las personas que nos gusten y quieran recibirnos en una experiencia de tres. Sin embargo, una vez la pareja está decidida, vale la pena arriesgarse a probar algo novedoso.
Todos los días recibía un mensaje a mi celular. Primero comenzó como un chiste: “oiga, ahora que está soltera, ¿por qué no hacemos un trío?” Él estaba casado con una mujer muy guapa y sobre todo muy inteligente (cosa que me atraía más), que además era consciente de los gustos innovadores de su esposo y de la necesidad constante que iban a tener en algún momento de su matrimonio por probar nuevas formas de avivar sus encuentros sexuales.
El chiste, que me produjo una pequeña sonrisa maliciosa, se convirtió en un mensaje diario. Me saludaba en las mañanas aludiendo alguna cuestión laboral, o un chisme de nuestros amigos en común o un comentario sobre la noticia principal del día, y después terminaba con la misma frase:
– “Oiga, ¿ya lo pensó?”
– No. ¡No! Y si me sigue intensando la vida ni siquiera lo voy a pensar – le respondía como sacándome de encima a un niño chiquito que quiere conseguir a toda costa el juguete más pro que muestran en todos los comerciales de televisión decembrinos.
Y optó entonces por mandarme fotografías. Tomaba partes de su cuerpo que parecieran zonas íntimas (disponía la mano de tal forma que parecía el culo, buscaba texturas de su cuerpo que asemejaran a una vagina, una hueva…) y me las dejaba en la conversación. Lo que en principio parecía un juego de amigos, se fue convirtiendo en una obsesión, para los dos.
Después de algunos interrogatorios, de preguntar si ya contábamos con el visto bueno de su mujer, de tantear las condiciones de la escena (tendría que haber alcohol de por medio) y de dibujarme una y otra vez en la cama, con ellos, decliné la oferta. Sí, todos estábamos esperando que dijera: ‘acepté y aquí está mi relato de un trío perfecto’. No. No lo hice por pudor, aunque confieso que me moría de ganas porque el escenario era ideal, un amigo lo suficientemente cercano como para no avergonzarme de nada, una esposa hermosa, con un cuerpo sensual, unos shots de aguardiente (porque no me imagino ningún otro licor acompañante) y yo. No involucraría mis sentimientos, ni sentiría celos de ningún tipo, habría colaborado con mi parte y lograría salir ilesa de la situación. El rollo les quedaría a ellos y a su matrimonio, pero no pude.
Además del pudor, nunca había tenido ningún tipo de acercamiento sexual con una mujer, e imaginarme con ella me generaba ciertas dudas. Mis deseos se diluían cuando me imaginaba con qué tipo de maniobras debíamos interactuar ella y yo. “Ya entrados en gastos te habría tocado ir con toda”, me dijo mi hermano cuando le conté. Verdadero.
Ya que tocábamos el tema aproveché para preguntarle si había tenido este tipo de experiencias.
– “No he encontrado con quien, pero mi amigo Pablo es experto en el tema”.
-¿Y por qué no ha intentado con él?
– No he encontrado la vieja que nos copie.
Acto seguido lo indagué sobre qué le haría él a Pablo y su respuesta fue contundente, “ah no, los dos estaríamos con ella, pero él y yo no haríamos nada”, confesó. Para mi hermano y para todos los que están leyendo esta columna: eso no es un trío. La palabra lo indica: es una relación que se establece entre tres personas, todas con las mismas intenciones de compenetrarse con las otras dos, divertirse y tener una experiencia innovadora en la cama, no dos personas del mismo sexo que solo quieren estar con la otra.
Existen una serie de consejos que pueden tenerse en cuenta antes de planear uno de estos escenarios:
1. Si lo vas a hacer con tu pareja revisa que tanto podrías soportar verlo o verla en ese panorama. Interactuando con otra persona como lo hace contigo. Si crees que te daría más rabia que placer, opta por una tercera persona del sexo opuesto, puede resultar más fácil de asimilar, pero todo debe ser consensuado.
2. No lo hagas por obligación. Es posible que en algunas relaciones uno de los dos desee con más intensidad tener este tipo de dinámicas, pero si los dos no están convencidos de hacerlo es mejor esperar. Puede resultar una mala experiencia.
3. Si decides hacerlo, por favor disfruta y entrégate. Nada de ponerse con mojigaterías en plena escena. Puedes hacer lo que te plazca, si quieres besar a una persona al tiempo que tocas a otra está bien, la idea es dejarte llevar por el deseo. Si puedes hacer algo que te desinhiba antes, mejor. Tomarse un trago, tener una conversación previa con los otros participantes…
Y a mis amigas que me dijeron que no han encontrado con quién hacerlo les dejo un dato: existe una aplicación, tal cual Tinder, en la que se pueden buscar personas dispuestas a hacer lo mismo que ustedes. Se llama 3ender, donde expresan: “nuestra percepción del amor está evolucionando más allá de las normas sociales. Aquí puedes conocer a personas con ideas afines y explorar su sexualidad, lejos de la presión social”, eso sí, la protección en este tipo de prácticas debe ser excesivamente cuidadosa, no lo olviden.