Tres verdades sobre el sexo anal

Por tratarse de un tema que toca —y en este caso de la manera más literal— su santo culo, los hombres no hablan del sexo anal entre ellos.
Todos, sin embargo, parecen estar de acuerdo en una cosa: que a las mujeres nos encanta. Generalización que, como todas, es sospechosa y tiene tintes de ser más bien una justificación de su propio gusto. Por eso y para que mis queridos lectores no digan que no me desvío de mi camino para satisfacerlos, me tomé la molestia de discutir con mis amigas el asunto. A continuación van tres conclusiones a las que llegamos.

1. La más obvia y la más ignorada: el sexo anal duele.

Mi amiga Juana dice que para que uno se lo deje meter por detrás tiene que estar borracha o el tipo debe tenerlo chiquito. Palabras sabias. De manera elegante y simple apuntaban a eso de que ninguna mujer deja que le hagan sexo anal en sano juicio, a palo seco (esto último en varios sentidos) y sin haberse tomado antes algún tipo de relajante para distensionar no solo el ambiente, sino los músculos de su delicada y estrecha puerta de atrás. Puerta por la que muchos hombres pretenden entrar sin previo aviso, rompiendo cuanto vaso, mucosa y músculo les obstruya el camino.

Mis queridos señores, si hablamos del ano cualquier falta de tacto puede terminar en las más dolorosas consecuencias —de ahí que algunos recomienden empezar con los dedos, usar babitas y, claro, lubricantes que hoy en día vienen en las más variadas presentaciones—. Un dato extra: en contra de la creencia común, la vaselina no es recomendable. Además de pegarse a todo lo que encuentra (sábanas, paredes, espalda y pelo), no hay nada más desagradable que una babosa penetración (anal o vaginal) con los suaves residuos de un derivado del petróleo.

2. No a todas las mujeres les gusta.

He oído decir que en la Costa los hombres creen que a todas nos gusta que nos penetren por detrás —tan acostumbrados que están con sus burritas (y como ellas no hablan)—. Nada más falso. Hay mujeres que dicen que solo lo harían con ciertos hombres. Es el caso de Julieta, mi otra amiga, que les ha respondido a los ingenuos que se lo han propuesto que no lo hará hasta “tener un anillo aquí” y les pone el anular en la cara, el mismo dedo que muchos, seguramente, quisieran que les pusieran en otra parte. El sexo anal implica sangre, varios días de dolor y, muchas veces, excrementos. Por eso es recomendable hacerlo con alguien que al menos se sienta cómodo diciendo “pipí y popó” —y, por los comentarios que he visto en la página web, este no es el caso de muchos de ustedes—. Además, esta es una de las posiciones sexuales que más poder le da al hombre. Piénselo: ¿quién puede moverse con algo que le atraviesa el recto? Hay mujeres que nos sentimos más cómodas andando libres.

3. Una vez se le saca el gusto, es adictivo.

Tanto, que se sabe que algunas mujeres (mi amiga María) no duermen tranquilas sin antes verificar que tienen uno o dos set de bolas chinas en el primer cajón de la mesita de noche. Y hasta se oyen historias de algunas que, deslumbradas por las promesas de nuevos horizontes, no vuelven a recorrer los viejos caminos, aclaro: la tradicional penetración vaginal. Por eso, para no bloquear a una potencial adicta —de la que ustedes, señores, seguramente podrán sacar el mayor provecho— es importante tener las primeras dos verdades en cuenta. Como dije: siempre es bueno empezar con un dedito, mirar la reacción, y pasar a mayores.

Si me lo preguntan —porque sé que mis curiosos lectores lo harán—, mi opinión es la siguiente: me gusta la penetración anal de vez en cuando, más bien espaciadita y sin dejar los conductos regulares. Eso sí, nunca en una misma faena, siempre con tipos conocidos y nunca la primera vez. No soy tan burra.

Fuente: http://www.soho.co/sexo/articulo/sexo-anal-verdades-sobre-el-sexo-anal-en-mujeres/9838

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