¿Cuándo preguntar? ¿De qué manera? Hablamos con un experto del tema para que usted mire si la está embarrando.
Nadie quiere fracasar en el sexo. Todos queremos ser recordados como el mejor amante, el semental o el polvazo de la vida. No lo niegue, en algún momento de su vida, después de tener sexo, usted ha preguntado: ¿te gustó? Y solo espera escuchar un: ¡Si! (así no sea sincero).
Se trata de una pregunta que despierta amores y odios. Hay quienes creen que acaba con todo el erotismo y hay quienes la hacen para aumentar el calor del momento. Pero tranquilo, en el mundo del sexo todo es posible y es importante que usted sepa que esta pregunta esconde un misterio.
Y para salir de la duda hablamos con Óscar Díaz Sotelo, un investigador y experto en sexualidad. Lea con cuidado. Entienda por qué solemos hacer esta pregunta, de qué manera se debe hacer y en el momento ideal.
El desempeño sexual es muy importante en la vida de las personas, sea con una pareja estable o no. El sexo siempre está relacionado a la autoestima, la autoimagen, el autoconocimiento y algo de habilidades sociales; la sumatoria de todo esto puede determinar éxito o fracaso en las relaciones sexuales.
Hablar de éxito o fracaso es muy subjetivo. Como lo digo siempre, para una persona puede ser un ‘polvazo‘ durar 5 minutos y lograr un orgasmo solo o con su pareja… mientras que para otras personas eso puede ser pésimo. Así que además de pensar en usted, es necesario darse el tiempo para conocer: qué le gusta, excita, no le gusta y qué estaría dispuesta a hacer su pareja.
Por temas culturales, de modas, de medios, de expectativas personales… de acuerdo con infinidad de factores, le hemos atribuido una gran importancia a qué “tan buenos polvos” podemos ser. Qué tanto sabemos, qué tanto podemos hacer sentir.
Esto es como una competencia de saberes: quien más pueda, quien más logre, quien más sienta, quien más dure y tiene mayor ventaja sobre el resto de la humanidad. Pero nada de esto es así.
A los hombres, gracias a la cultura machista, se nos ha atribuido una responsabilidad activa en el rol sexual y a las mujeres más las que reciben el efecto de ‘un buen polvo‘ y esto es un gran error. Hombres y mujeres, heterosexuales, homosexuales, bisexuales (como sea) tenemos igual responsabilidad porque al tener sexo no estamos solos. Debemos pensar en conjunto y, obvio, darnos la oportunidad de sentir, pero también de hacer sentir.
Entonces preguntar al final “¿Te gustó?” es importante para muchos, molesto para muchos otros, vergonzoso para uno cuantos. Pero lo cierto es que esto no tiene una regla. Tampoco es que si uno lo pregunta es porque sea una persona insegura, de baja autoestima o un histórico ‘mal polvo‘ preocupado por su desempeño.
A veces, el “¿Te gustó?” puede hacer parte del erotismo del momento. Cuando se decide poner en práctica algo nuevo; a quien le gusta escuchar o decir cosas excitantes durante el acto, puede preguntarlo de cualquier forma: “¿Te gusta lo que hago”, o “¿Te gusta esto o aquello?”
La cuestión no es positiva cuando la preocupación de una persona es en todos los polvos y necesite que su pareja le ratifique que le agrada lo que hacen.
Por ejemplo, una pareja de jóvenes que decidió iniciar sus relaciones sexuales se preocupaba por disfrutar de estos momentos, pero de pronto la mujer no se movía tan bien, o era muy pasiva esperando a que le hicieran de todo sin aportar mayor cosa al acto; el hombre, una vez estresado por el asunto, le dice: “no me gusta que seas tan pasiva”.
Esa simple frase podría generar en ella un impacto emocional y sexual que, al tener ella una nueva pareja sexual, está temerosa de que realmente haya disfrute del sexo y tenga que estar preguntando “¿Te gustó?”… y lo pregunte una y otra y otra vez. Entendible, pues alguien ya la juzgó mal antes.
Y esto es mucho más común de lo que se cree y muchas personas acuden a terapia sexual, justamente, porque no saben comunicarse sus deseos, expectativas, intenciones, fantasías, gustos. No conocen su cuerpo y no aprenden a conocer el de sus parejas.
Y por simple curiosidad, en algún momento de su vida, está bien hacer la pregunta y esperar una respuesta. La cuestión es que esa respuesta sea sincera. ¿Qué tan probable es que después de terminar ‘el polvo‘, uno pregunte eso y le contesten, crudamente, que no? ¿Si se pregunta esto, la respuesta es lo que uno quiere escuchar, o es la verdad?
Para evitar estos cuestionamientos, insisto, la comunicación en pareja es fundamental. Y conocerse a sí mismo aún más. Y no olvide que la confianza es determinante.