Los hombres deberían tener de un método anticonceptivo similar al de las mujeres.
Ligadura, píldoras, métodos de barrera, diafragmas, dispositivos, implantes y, por supuesto, el ritmo –ese ‘coitus interruptus’ que solo sirve para estrangular el gusto– son la clara demostración de que en pleno siglo XXI las mujeres seguimos cargando con la mayor parte de la responsabilidad de evitar la visita de la cigüeña.
Valga decir que para los señores apenas se han inventado los condones y la vasectomía, a la que muchos le tienen un injustificado temor reverencial. Tremenda asimetría, ¿no les parece?
No cabe duda de que los investigadores, centros de ciencia y farmacéuticas han sido tacaños ante el reto de desarrollar formas de frenar o bloquear los espermatozoides, sin restarles placer a los polvos.
Para la muestra está que la píldora anticonceptiva masculina ha estado a “cinco años de estar lista” varias veces, en los últimos 30 años, con malos resultados.
La disculpa siempre es la misma: frenar la producción diaria de miles de espermatozoides es más difícil que bloquear un óvulo mensual.
De ahí que las píldoras hormonales femeninas sean invitadas obligadas bajo las sábanas desde hace más de medio siglo, mientras que métodos similares en los hombres no pasan de los titulares.
Ya va siendo hora de que aumente el interés por dar con esa alternativa, que nos quitaría a las mujeres parte de esa enorme carga, que de ningún modo es inocua.
Pero eso solo ocurrirá si los señores dejan a un lado tanto machismo y pacatez, y se muestran dispuestos a usar la eventual píldora para colaborar, como dicta la lógica, con la anticoncepción. Recuerden que mientras no haya demanda, menor será el afán de los investigadores por dar con la pastilla. Hasta luego.